Los hijos y las hijas de todas las edades, las madres y los padres de todas las edades, todas las personas, todos los seres en este mundo desean ser escuchados.

 

Cuando alguien nos escucha nos valida como persona.

 

La manera en que nos conducimos en una situación de escucha es la vía regia mediante la cual les demostramos a las personas que nos rodean cuánto nos importan y los ayudamos a sentirse acompañados y acogidos, en momentos de alegría y en momentos de tristeza.

 

Es una intención saludable y un deseo parental generalizado ofrecer a las hijas y a los hijos un ambiente familiar que les brinde seguridad y que los fortalezca emocionalmente.

 

La mayoría de los padres y las madres reconocen la importancia de la comunicación en lo que hace la calidad de los vínculos y el desenvolvimiento de vida cotidiana en la familia. Pero dado que la mayoría de nosotros no hemos crecido ni educados con adultos que sabían escuchar, escuchar de manera activa y empática está más cerca de una expresión de desos que de un saber hacer concreto.

 

Escuchar no es lo mismo que “poner la oreja”.

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El saber escuchar demanda el aprendizaje de aspectos esenciales del  proceso de la comunicación humana y algunas competencias apoyadas en esos conocimientos.